viernes, 6 de febrero de 2015
Un Bello Amanecer.
Nosotros sabemos de amaneceres y anocheceres, pero son pocos los que lo disfrutan en realidad.
Las personas que vivimos en las ciudades nos hemos olvidado de ver el alba porque a esa hora uno anda corriendo para ganarle tiempo al tiempo y así poder llevar a los chicos a la escuela o para salir a trabajar, igual pasa en la noche no podemos disfrutar de los atardeceres porque ya queremos llegar a casa, ya venimos cansados y fastidiados del trajín y lo que más deseamos es llegar a casa, quitarnos los zapatos y descansar, el hombre hoy en día es un autómata, se está olvidando de las cosas hermosas que nos da la vida, cuantos hay que ya ni levantan la mirada al cielo para ver lo hermoso que es, o en las noches para ver las estrellas, que pena que nos esté pasando esto.
A mi en lo particular siempre me ha gustado observar el cielo, sus nubes, los diversos azules que nos regala, me gusta ver las estrellas, disfruto de las noches estrelladas, pero confieso que hacía mucho que no veía el alba, que no disfrutaba un atardecer.
Un día decidí irme por unos días a un pueblito cerca de una colina, estaba pasando por fuertes problemas, me sentía como un velero en alta mar, que se ha quedado sin sus velas y esta a merced de las grandes olas y que en cualquier momento se estrellará en los arrecifes.
Dispuse todo para marcharme, viaje parte del día y llegue al atardecer. allí no había ni un hotel, las calles eran de tierra y el medio de transporte unas carretas tiradas por dos toros, había una que otra bicicleta, solo Don Simón tenía dos camionetas en la que se iba al pueblo más cercano por víveres cada semana.
Yo supe de ese pueblo por una amiga, en su iglesia hacen expediciones para ir a evangelizar y llegue recomendada por ella a la casa de Doña Asunción, ella muy amable como toda la gente de un pueblo, que no tienen nada pero que te quieren dar todo, me instaló en una cabaña, una cama individual, una mesa, dos sillas, un quinque de petroleo y una lampara de pilas porque no había luz, cenamos, platicamos un rato y me fui a dormir, al otro día muy temprano, demasiado temprano diría yo, escuche el canto de los gallos, hacía cuanto tiempo que no los escuchaba, el trinar de los pájaros, que bello era despertar de esa manera y no con la odiosa alarma del celular, salí de la cabaña y cual fue mi sorpresa, a lo lejos apenas se vislumbraba una luz, era el sol que nos estaba anunciando que pronto amanecería, me quede extasiada, era la luz del alba, estaba siendo testigo de un amanecer, me senté debajo de un árbol para disfrutar y no perderme de ningún detalle, me sentí dichosa de estar allí en ese preciso momento, el momento de renovación, el momento prometido, en el que podemos pensar que todo es posible, vi la luz del amanecer y reaparecieron mis ilusiones, el amanecer es el lenguaje de nuestro Dios, nos dice que así como paso la noche y llega el día, lo mismo pasa en nuestras vidas, que después de los problemas viene la calma, que por muy pesados que sean siempre habrá una solución, y así como una noche jamás a vencido al día, así mismo a nosotros ningún problema nos debe vencer, que podremos tener la noche más oscura pero a cambio tendremos un bello amanecer.
Transcurrió el día y yo me sentía feliz y eso que apenas era el primer día, en la noche me senté en el mismo árbol a ver el anochecer, que hermoso era tener todo el cielo para mi y todas las estrellas, tirada en el pasto parecía que flotaba en el universo, que dichosa me sentía, esa fue mi vida por una semana, entre amaneceres, gente bonita, un libro, y anocheceres, eso era todo, pero que más podía pedir, si con eso me sentía más que feliz.
Así se vive en un pueblo, los días son largos, las noches cortas, la gente es dichosa, es feliz, es gente sana que no tiene nada pero que da todo, los niños jugando todos como hermanos, las casas no tienen bardas, el patio es de todos, el pueblo es como una sola casa, allí no hay televisión, no hay vídeo-juegos, no hay celulares, tal vez sea un pueblo olvidado por el hombre, por la tecnología, pero no por Dios.
Irma Villalobos.
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Cautivante y relajante relato. Que bueno que se pueda experimentar todavia estar en lugares asi, que se respire la naturaleza pura y el amor verdadero. me alegra saber que lo viviste.,Al igual que tu siempre ,miro al cielo todos los dias, al levantarme y al acostarme, me deleito en el, los amaneceres son hermosos y nos saludan con su tenue luz, los atardeceres son espectaculares y nos cautivan con su colorido antes de brindarnos el bello espectaculo del cielo estrellado y la luna resplandeciente que nos observa con magnetismo encantador. ?se puede pedir mas?, es una lastima que no podamos vivir solo de la contemplacion, pues hay tanto que contemplar y experimentar en ello.
ResponderEliminarGracias por llevarme a ese lugar junto contigo.
Un hermoso relato que invita a la reflexión, a poner en valor las cosas verdaderamente importantes de nuestra vida. Me ha gustado mucho, Irma, y me ha dado en qué pensar. Gracias!!
ResponderEliminarUn abrazo.